Hay días en que todo parece estar bien.
Tienes trabajo.
No hay grandes dramas.
La vida sigue su curso.
Y sin embargo… algo en ti se ha vaciado.

No se nota desde fuera.
Pero por dentro, todo suena hueco.
Ya no sabes si eres tú quien decide.
O solo una versión funcional que aprendió a no estorbar.

Te preguntas si es autoestima.
Si necesitas reforzarla.
O tal vez cambiar de hábitos.
Pensar en positivo.
Cuidarte más.

Pero no.
No es eso.
Es otra cosa más peligrosa.
Más silenciosa.
Más devastadora:

Has aprendido a parecer vivo sin estarlo.
Y eso te está costando más de lo que quieres admitir.

Aquí no vas a encontrar recursos para mejorar tu confianza.
Ni guías para elevar tu autoestima.
Ni consejos para hablarte mejor.

Este no es un espacio para construirte.
Es un espacio para dejar de sostenerte.

Tal vez no necesitas más fuerza.
Tal vez necesitas soltar esa versión tuya que ya no tiene alma.

La que se adapta.
La que responde como se espera.
La que nunca incomoda.
La que no llora.
La que no duda.
La que no elige nada que pueda ponerla en riesgo.

¿Y si eso no es autoestima?
¿Y si es solo un sistema de defensa que ya no te protege, solo te anestesia?

Si estás buscando motivación, sigue buscando.
Pero si hay algo en ti que se está empezando a romper en silencio…
entra.

Esto no es un camino.
Es una trenza.
Una que empieza solo si te atreves a mirar esa parte de ti
que hace tiempo no tiembla.

Empieza aquí: Los 4 tipos de autoestima… o 4 formas de no moverse

Página 1 de 5