Dices que quieres cambiar.
Pero sigues donde mismo.
Dices que no puedes.
Pero algo en ti ya ha decidido no moverse.
No es que te falten recursos.
Has leído.
Has pensado.
Has llorado.
Has entendido todo.
Y sin embargo… no has hecho nada.
La verdad es esta:
No puedes cambiar porque todavía estás negociando con el miedo.
Quieres asegurarte de que no duela.
De que no pierdas.
De que no te equivoques.
Y eso no existe.
Cambiar es perder.
Es elegir sin garantías.
Es que algo duela, y aun así hacerlo.
No hay cambio real sin pérdida.
No hay decisión verdadera sin fractura.
Pero tú no estás roto.
Estás atrapado en una trampa más cómoda:
La de repetir que no puedes… cuando en realidad no quieres pagar el precio.
Cambiar no es tener fuerza.
Es tener una razón más importante que el miedo.
Y tú…
todavía no la has elegido.
Hasta que eso pase,
seguirás hablando de procesos,
de etapas,
de evolución lenta.
Pero en el fondo sabes:
no es tiempo lo que te falta.
Es decisión.
→ Siguiente golpe: Parálisis por análisis: por qué nunca tomas una decisión
Página 2 de 5